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El cuerpo también habla.

Introducción a la conexión mente-cuerpo


Escuchar lo que el cuerpo nos quiere decir.


Muchas veces creemos que la mente y el cuerpo funcionan por separado, como si fueran dos sistemas distintos que se influyen solo de vez en cuando. Pero cada vez más estudios —y cada experiencia clínica honesta— confirman lo contrario: el cuerpo no solo acompaña, también habla, expresa, protege y guarda memorias emocionales.


Este artículo es una invitación a explorar la conexión entre mente y cuerpo desde una mirada integradora. Un puente entre lo que sentimos, lo que pensamos y lo que nuestro cuerpo intenta comunicar cuando las palabras no alcanzan.

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¿Qué significa que “el cuerpo habla”?


Cuando hablamos de que “el cuerpo habla”, nos referimos a cómo el cuerpo manifiesta estados emocionales, pensamientos repetitivos o experiencias pasadas a través de sensaciones físicas. Esto puede verse en:

  • Tensión muscular en momentos de ansiedad

  • Dolor de estómago antes de una situación difícil

  • Cansancio extremo sin causa médica

  • Nudos en la garganta o en el pecho al guardar algo importante

Estas expresiones no son casuales: el cuerpo es un mensajero sensible que actúa incluso cuando no somos del todo conscientes de lo que sentimos.


Mente y cuerpo: una sola experiencia.


Desde las terapias contextuales, el cuerpo no se ve como un accesorio de la mente, sino como parte del mismo sistema de experiencia. Somos seres encarnados, y nuestras emociones no son solo pensamientos, también son sensaciones físicas, posturas, gestos y movimientos.


Además, la neurociencia afectiva y la teoría polivagal (Porges, 2017) respaldan esta idea: nuestro sistema nervioso responde a lo que vivimos emocionalmente, y esas respuestas se traducen en estados corporales como alerta, congelamiento o relajación.


¿Cómo se manifiestan las emociones en el cuerpo?


Cada emoción tiene un correlato corporal. Algunos ejemplos comunes:


  • Ansiedad → aceleración del ritmo cardíaco, sudoración, tensión en el pecho o mandíbula

  • Tristeza → sensación de pesadez, fatiga, mirada hacia abajo.

  • Ira → calor corporal, aumento de energía, tensión muscular.

  • Alegría → expansión del pecho, sonrisa espontánea, sensación de ligereza.


Reconocer estas señales es una forma poderosa de alfabetización emocional: aprender a identificar lo que sentimos no solo con palabras, sino con sensaciones.


¿Por qué es importante escuchar al cuerpo?


1. Porque nos ayuda a prevenir malestares crónicos

Ignorar las señales del cuerpo puede llevarnos a acumular tensión, dolor o fatiga emocional que luego se vuelve física.


2. Porque amplía nuestra conciencia emocional

Cuando entrenamos la atención al cuerpo, reconocemos antes lo que necesitamos, lo que nos afecta y lo que nos pide cuidado.


3. Porque favorece la autoregulación

Escuchar al cuerpo nos permite intervenir antes de llegar al desborde, ya sea emocional o físico.



¿Cómo puedo reconectar con mi cuerpo?


Aquí algunas prácticas simples para empezar:


1. Escaneo corporal diario


Dedica unos minutos a recorrer tu cuerpo con la atención. Observa sin juzgar: ¿hay tensión? ¿calor? ¿alguna zona que pide descanso?


2. Respiración consciente


La respiración es un puente directo entre el sistema nervioso y la mente. Respirar lento y profundo puede traer calma y claridad.


3. Diario cuerpo-emoción


Anota cada día cómo te sientes emocionalmente y qué sensaciones corporales lo acompañan. Con el tiempo, notarás patrones valiosos.


4. Movimiento con atención


Caminar, estirarte o moverte con conciencia ayuda a liberar tensión acumulada y a reconectar contigo misma/o.



Lo que el cuerpo guarda, también puede liberar.


Muchos niños, adolescentes y adultos llegan a terapia con malestares difíciles de poner en palabras. Y en muchas ocasiones, el cuerpo es la puerta de entrada al proceso terapéutico: es ahí donde aparece la angustia, la rigidez, el miedo o el silencio.


Por eso, integrar el cuerpo en el trabajo terapéutico no es un extra, es una necesidad clínica y ética. En mi práctica, lo abordamos con respeto, herramientas de conciencia corporal (como mindfulness o yoga terapéutico), y sobre todo, desde un espacio seguro.



En resumen: el cuerpo es un aliado, no un enemigo


Escuchar al cuerpo no siempre es cómodo, pero casi siempre es transformador. Nos recuerda que no estamos rotos, que nuestro organismo intenta protegernos a su manera, y que podemos aprender a habitar nuestro cuerpo como un lugar seguro.


“El cuerpo es el lugar donde suceden nuestras emociones. No es un obstáculo, es el escenario de nuestra experiencia humana.”– Reflexión terapéutica


Bibliografía consultada:

  • Porges, S. W. (2017). La teoría polivagal: Neurofisiología de la seguridad. Norton.

  • Van der Kolk, B. (2015). El cuerpo lleva la cuenta. Eleftheria.

  • Harris, R. (2019). El libro de ACT. Paidós.

  • Ogden, P., & Fisher, J. (2015). Psicoterapia sensoriomotriz. Desclée de Brouwer.

 
 
 

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